lunes, 23 de marzo de 2015

Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón


La picaresca en la literatura nace con El lazarillo de Tormes (1554). Esta obra supuso una innovación artística con respecto a toda la literatura que se había hecho anteriormente. En ella predominan dos elementos claros: la ironía y la ambigüedad.

El personaje del Lázaro contiene unas características inherentes:

a) Es un "oscurus". La primera vez que en una obra literaria el protagonista es un personaje de origen humilde.

b) Requería de lectores nuevos y modernos. A la altura de 1554 cuando se escribió, las obras de éxito eran las novelas de caballerías, lo que requería una pequeña fidelidad por parte de los lectores que permitió su impresión.

c) El título de la obra. Es un guiño irónico: "La vida de Lázaro de Tormes, de sus fortunas y adversidades". En pleno Siglo de Oro la palabra "fortuna" tenía un significado peyorativo, dando a entender el título el opuesto "La vida de Lázaro de Tormes, de sus fracasos y miserias".

d) Ausencia de cronista. Hay un personaje narrando los hechos en primera persona, el autor prescinde del narrador omnisciente.

e) "Vuestra merced". El receptor de la obra es una persona de rango superior a la que Lázaro le escribe en auxilio.





Otro de los principales rasgos de la obra es que desprende un fuerte "Erasmismo": la crítica contra la corrupción moral y social del clero. En la obra encontramos una evidente crítica a la Iglesias y sus privilegios, además de la crítica a la España de Carlos V. La obra es un fresco de aquella época pero el autor es lo suficientemente hábil para que, sin dar nombres ni señalar a nadie, consigamos saber a quien está aludiendo. 

La picaresca sigue siendo "Typical Spanish" varios siglos despues. Se trata de un concepto asumido y demasiado extendido en nuestro país ("quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón", "Hoy por ti, mañana por mi"). Además para nuestra desgracia se ha vuelto más sofisticada y, precisamente por ello, resulta más dificil ponerle límites. 

Pero el pícaro de la actualidad, aunque en muchas ocasiones también recurre a esta práctica por pura supervivencia -como lo hacía Lazarillo de Tormes en 1554- no tiene por qué llevar harapos. Puede ir vestido incluso de traje y corbata. O de traje de gitana. 









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